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OBS.- Ver en el glosario CORRALIZA [CORRALIZA: Corraliza es término muy peculiar de la Ribera navarra. Según J.M. Iribarren puede significar bien "Terreno generalmente muy extenso, con pastos y corral, dedicado al sustento y cría de ganado", o bien "Derecho al disfrute de la hierba y aguas de una corraliza con ganado". Transcribimos a continuación sus extensas e interesantes observaciones: "En un principio -dice Alfredo Floristán en su libro La Ribera Tudelana de Navarra- la palabra corraliza (cada una tiene su corral ganadero, y esa es su significación etimológica) solamente designó las hierbas y aguas de un coto o término, o el derecho a su disfrute. Esta fue la función primordial de las corralizas: proveer de pastos a los rebaños ribereños y a los roncaleses y salacencos que los arrendaban". // En los pueblos en que las corralizas pertenecen al patrimonio del Ayuntamiento como bienes de propios, se arrienda el aprovechamiento de las hierbas de cada una de ellas en pública subasta. // Las corralizas constituyen un problema agrario peculiar de Navarra y comparable por su magnitud al de los faros en Galicia y la rabassa morta en Cataluña. // Nace el problema de que la mayoría de los pueblos de la Ribera, para subvenir a los cuantiosos gastos de las guerras de la Independencia y primera civil, vendieron a particulares la mayoría de sus corralizas. Por regla general la venta fue solamente de las aguas y las hierbas de dichos terrenos. Andando los años, los vecinos de los pueblos trataron de roturar y cultivar las corralizas, motivando esta pretensión muchísimos sumarios, pleitos civiles y administrativos, y gravísimos conflictos de orden social]. Las corralizas son grandes extensiones de terreno para aprovechamiento ganadero. Algunas son particulares y otras privadas. Muchas veces aparecen acompañadas con el nombre del propietario. En Olite, en opinión de C. Jusué y E. Ramírez, hubo cierto malestar social a lo largo de las últimas décadas del siglo XIX por las espectativas de libre roturación de los terrenos comunales inmersos en las corralizas, lo que provoco una enconada polémica con los propietarios de corralizas. Haciéndose eco "de la gran necesidad de terrenos para el cultivo que se nota en la mayoría de los vecinos", el alcalde Galo Azcárate dispuso, en 1884, reglamentar por suertes o lotes iguales de 10 robadas el aprovechamiento de todas las corralizas comunes entre un total de 409 vecinos solicitantes. Un interdicto judicial desató una refriega que costó la vida de cuatro personas. Al final se llegó a un acuerdo y se abrieron a los arados más de mil hectáreas de tierras comunales.
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