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OBS.- Según Orreaga Ibarra (UH) la voz lamizulo designa en el habla local ‘cueva’. El personaje mítico Lami(ñ)a ‘lamia, sirena’ se documenta abundantemente en la toponimia vasca. Según tradiciones recogidas sobre esta cueva por Pilar Utrilla, sirvió de habitación a lamias, que acostumbraban a pedir leche a los pastores que pasaban cerca. Un día un pastor de la casa Sunbillenea les mezcló boñiga de vaca con la leche, y cuando las lamias se dieron cuenta le lanzaron una maldición: que a partir de entonces no faltara en su casa un manco o un cojo. Parece ser que las lamias persiguieron al pastor hasta casi la entrada del pueblo. Eran las doce y al llegar tocaron las campanas de la iglesia y las lamias huyeron hacia la cueva. Las existencia de lamias en cuevas prehistóricas es una creencia muy común en Euskalherria. Esta leyenda también es recogida por Azkue en Euskalerriaren Yakintza (t.II p.427). Además de las leyendas, esta cueva es famosa por sus restos arqueológicos, entre los que destaca un grabado magdaleniense de un animal. Descubierta en 1932, se dio a conocer como yacimiento arqueológico en 1953. La excavación sistemática, entre 1976 y 1979 (y posteriormente en 1993, puso en evidencia su ocupación desde el final del Paleolítico Superior, cultura magadaleniense, Epipaleolítico, cultura Aziloide, Neolítico antiguo y reciente, Calcolítico y época romana. Es, por tanto, uno de los yacimientos prehistóricos con mayor diversidad estratigráfica de la geografía navarra; en términos absolutos fue ocupado entre el año 13850 a.C. y 408 d.C., con niveles intermedios de abandono. Sirvió de vivienda más o menos permanente a cazadores-recolectores hasta su empleo con fines sepulcrales hacia el 2290 a.C., en el Calcolítico, y como escondrijo en los tiempos de inestabilidad del Bajo Imperio Romano.
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