R.M. Azkue
Arturo Campion
Federiko Krutwig
Creación
Varios impulsores del euskera del siglo XIX habían subrayado previamente la necesidad de una Academia para la defensa de la lengua (Ulibarri, 1832; Aizkibel, 1856; Abadia y Duvoisin, 1862; Manterola, 1880; Artiñano, 1886), y, en concreto, algunos eruditos y asociaciones populares de las primeras décadas del siglo XX pidieron crear una institución a la mayor brevedad.
Finalmente, investigadores de fuera (Bonaparte, Van Eys, Schuchardt, Dodgson, Gavel, etc.) y locales (Campion, Azkue, Urkixo, etc.) apoyaron la iniciativa, con la colaboración de asociaciones en favor del euskera (Euskal Esnaleak, por ejemplo). Todo aquello fomentó una atmósfera adecuada para que las instituciones públicas de los Territorios Históricos crearan una Academia de la lengua.
La primera iniciativa surgió en la Diputación de Bizkaia, y posteriormente se sumaron las otras tres diputaciones de los territorios peninsulares (1918). Así se aprobó la primera Normativa y se creó jurídicamente la Real Academia de la Lengua Vasca (en octubre de 1919). Un año más tarde empezó su andadura la publicación Euskera, boletín oficial de la Academia, que ha recogido las normas e investigaciones de la institución.
Azkue y Krutwig colaborando
1919-1936
En los años previos a la guerra civil, la Real Academia consiguió fijar su misión y carácter, y se sumó a la labor de crear una lengua vasca literaria unificada, si bien no consiguió llevar la iniciativa por una vía académica fija y segura (1922). Sin embargo, en las obras de la época, son reseñables los avances realizados en materia del conocimiento de la lengua en aquella época, en gran medida gracias a los trabajos de Azkue (Morfología vasca, 1923-1934) y las encuestas realizadas a los hablantes (Erizkizundi Irukoitza, 1922 y posteriores). La publicación Euskera es testigo de aquellos trabajos.
1936-1956
La labor iniciada en la época previa fue silenciada hasta que Azkue, con la colaboración de F. Krutwig, retomó el trabajo a inicios de la década de los 50 (y no en un entorno fácil). Entonces fue cuando se renovó la normativa (1954), y se seleccionaron nuevos miembros de la academia; a partir de 1956, la academia desarrolló sus tareas de forma más cómoda, tanto las internas como reuniones abiertas (primera reunión de la posguerra: Arantzazu, 1956).
Apertura
1956-1968
La siguiente década trajo nuevas formas de trabajar y una nueva energía: en primer lugar la academia rejuveneció la generación de colaboradores. Posteriormente se adentrado en la enseñanza del euskera a través de las ikastolas. Impulsó la prensa en euskera también, y promovió la alfabetización de nuevos hablantes, entre otras cuestiones.
La proliferación y difusión de materiales escritos en euskera requirió que la academia actualizará su función normativa. Se reunió para responder a las necesidades de la sociedad en el Congreso de Aránzazu en 1968, con el objetivo de establecer normas básicas más sistemáticas para la unificación del euskera escrito en ortografía, léxico, morfología, declinaciones…. La propuesta se completó en 1973 al ofrecer una solución para el verbo unificado.
1968-1976
Las normas propuestas prosperaron gracias a la aceptación social en la enseñanza, en los medios de comunicación y en la administración, en el contexto de los gobiernos autonómicos puestos en marcha al inicio de esta época (Estatuto de Euskadi de 1979; Amejoramiento del Fuero de Navarra de 1982).
La academia ha seguido desarrollando su organización interna en los últimos años, y ha ampliado su red de colaboradores, siempre esforzándose en ayudar en la modernización del euskera unificado y buscando un conocimiento más completo de la lengua (diccionario, dialectos; atlas lingüístico; onomástica, gramática, literatura…).