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OBS.- Cuéntase que un pastorcico joven apacentaba un atajo de ovejas. Un día, cuando estaba el rebaño por la acequia de Saratseta, vio una culebra pequeña medio muerta de hambre. El pastor la cogió a la pobre, compadecido de ella, dándole leche caliente de sus ovejas. La culebra se reanimó. Todos los días, a la hora de comer, el pastor llamaba a la culebra que acudía a la cita para recibir la leche. Pero sucedió que el pastor tuvo que marchar una temporada. Al volver, se acordó de la culebra y la llamó. De pronto, vio aterrado a una serpiente enorme avanzar amenazadora hacia él. Era la misma que había criado años atrás. Pero ya no le conocía. Cuando estaba a punto de ser devorado por el reptil, invocó a la Virgen de Jerusalén, y una bala misteriosa mató en el acto a la serpiente. Fue un milagro de la Virgen (CEEN, nº 4, 1970).
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