Excelentísima señora:
Sean mis primeras palabras de agradecimiento por el alto honor que se me hace al ser recibido por V. E., en compañía del resto de la Junta de Gobierno de la Real Academia de la Lengua Vasca / Euskaltzaindia.
Acudimos al Senado, cuya vocación como cámara territorial es conocida con el mismo espíritu que ha caracterizado a nuestra academia en sus ochenta años de vida: voluntad de servicio a favor de la lengua vasca, de su investigación y de su adecuación a la vida moderna, sin olvidar la tutela de sus derechos, también reconocida por los textos oficiales. Y todo ello manteniéndonos siempre, y manteniendo al euskara, fuera de las lides políticas; por muy legítimas que estas fueren, no incumben a nuestra institución como tal.
Nuestra labor en ese campo propio no sería posible, desde luego, sin el respaldo de las autoridades y de los representantes elegidos por el pueblo. Autoridades y representantes son los principales destinatarios de la memoria que todos los años presenta Euskaltzaindia en un grueso volumen, dando cuenta de su trabajo en plenos, comisiones y en todos los órganos académicos, en bien de un patrimonio que es de todos, incluso de los no vascófonos.
Sabe V. E. que nuestra academia no es insensible a los esfuerzos encaminados a divulgar entre todos el conocimiento de la riqueza lingüística y cultural de nuestros pueblos, en un ambiente de tolerancia y de respeto. Permítame decir, señora presidenta, que abrigamos esta misma preocupación, sabiendo que hay un camino aún largo por recorrer, y en el que es posible y necesaria una colaboración. «Las lenguas no delinquen», dijo alguien hace ya muchos años. En efecto, no delinquen, sino que son el reflejo más genuino de la persona humana. Preciso es confesar, sin embargo, que muchas actitudes negativas no se darían si se fomentara más el conocimiento mutuo entre y sobre los pueblos de España y de Europa, y no se echara leña al fuego, leña de ignorancia, cerrazón y silencio.
En este contexto, es bien sabido que no pocos senadores han sido destacadas personalidades en el campo de una y otra lengua, y podría citar aquí a dos de ellos, por lo que toca a Vasconia: el alavés Ladislao de Velasco (1817-1891), autor de un interesante libro con el primer recuento de los hablantes vascos, y el navarro Arturo Campión (1854-1937), autor de tantas y tantas páginas de interés. Es asimismo sabido que desde siempre el Senado se ha provisto de unos fondos bibliográficos excelentes, de los que puede legítimamente enorgullecerse.
Reitero, señora presidenta, mi agradecimiento por esta audiencia, juntamente con la expresión de nuestra voluntad de servir a todos.
Jean Haritschelhar,
presidente
Madrid, 16 de noviembre de 1999.
Euskera, XLV, 2000, 1, 363-364.